A punto estaban de quemarse los pinos y los techos,
todo la óptica de ozono sumada en mi pupila
para restregar de rojo a gris mi marco de ventana
y no dejarme ver que la sombra ya venia.
Un regalo, despedida de esta tarde sin retorno
en que no me cunde la melancolía.
Quizás mañana llueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario