La pasarela era arriba.
No hubo mas que un sueño
en mi cuello torcido.
Mirando al norte de tu desnudez,
como un premio al trabajo de ese día,
fuerza para mas.
Mis manos se extendieron
los cincuenta metros
que te apartaban desde el suelo
y mientras posabas,
descarada
y disfrazada de Persiana de Miami,
sabia que eras tu.
Así quisiste que fuera,
así quedo para siempre.
Yo fingiendo ver al cielo
y era mas abajo...
Tercer piso del albergue de las Divas.
Desde el campo deportivo
hasta tu ventana
habría que recorrer
todas estas millas de hoy.
Asumir las distancia
cuando es imposible
un toque de dedos.
Muchas veces después
habré volteado la cabeza.
Al viejo espejo de los años
hoy me asomo
muy de cerca
y miro a ver adentro
un tatuaje de tu silueta
impreso en mis retinas.
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